El oso envidioso
- Arantza Paulina Mendoza Mena
- 15 nov 2017
- 2 Min. de lectura
En un bosque muy lejano, había una vez un oso al que nadie quería porque cuando encontraba algo que atraía su atención se ponía de latoso, por eso nunca tuvo amigos y lo llamaban el oso envidioso.
La mamá osa, al ver la envidia que invadía a su pequeño oso, le dijo:
—Hijo, hijito, no seas tan envidioso, tarde o temprano enfrentarás las consecuencias de tus actos.
—Yo no soy ningún envidioso, mamá —respondió enojado el osito.
El oso se fue corriendo por un caminito lleno de arbolitos muy verdes en busca de su amigo el patito que vivía en un estanque.
—Hola, amigo patito, ¿te parece si jugamos a las escondidas? En lo que yo cuento hasta diez, tú te escondes.
—Sinceramente creo que eres muy envidioso, no te gusta perder y te enojas porque no quieres compartir tus juguetes y además siempre quieres tener lo que otros tienen, por eso ya no te quiero —contestó enojado el patito.
—No me importa, patito, yo tengo muchos amigos, tú no eres el único —replicó el oso envidioso.
—Ya no sólo eres envidioso, ahora también eres mentiroso y grosero, por eso nunca has tenido amigos.
El oso, muy molesto, abandonó la casa del patito y se dirigió a la casa de su hermano.
—Vete de aquí —le dijo su hermano muy asustado—. Siempre me quitas mis juguetitos, eres muy envidioso.
—Pero yo sólo quería jugar, hermanito —contestó el osito.
—Pues no jugaré contigo hasta que dejes de ser tan envidioso —replicó el hermano del osito.
Finalmente, fue a la casa de Bianca, una liebre blanca que era su amiga desde la niñez, era el único animalito que le quedaba por visitar.
—Hola, Bianca, ¿sabes?, eres la única amiga que me queda, por favor no me rechaces.
—Osito, no te diré que te vayas, pero sí que tienes que cambiar; no debes ser tan envidioso, aprende a compartir, a agradecer lo que tienes. Sentir envidia no es bonito.
El oso, con la cabeza agachada y lágrimas en los ojos, abrazó fuertemente a su amiga liebre, y con la voz quebrada le dijo:
—Cuánta razón tienes. Te aseguro que le pediré disculpas a todos los animalitos del bosque e intentaré recuperar su amistad.
—De corazón deseo que ya no seas envidioso, osito —contestó Bianca.
Finalmente, el oso envidioso que ya no era envidioso recorrió el bosque entero para pedir disculpas a los animalitos que había lastimado con su actitud y aprendió que sentir envidia lastima el corazón y la confianza de los demás.
Alumna de cuarto grado de primaria, ganadora del segundo lugar del Concurso de cuento del Taller de Creación Literaria.
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